miércoles, 27 de marzo de 2013

Nóema perceptivo en Husserl




          La reducción fenomenológica desarrollada en la sección segunda de Ideas I, al suspender el carácter tético de la actitud natural, donde se considera el mundo como trascendencia, permite acceder a la correlación noético-noemática, en la cual es  “reconducida”[1] la mirada con el fin de analizar la estructura de la conciencia pura dadora de sentido junto a sus componentes real-inmanentes (reell), y por otra parte, su correlato noemático, considerado ahora como el objeto “percibido en cuanto tal” constituido en la inmanencia. El tema que dirige el siguiente trabajo, es el del tratamiento de la correlación nóesis-nóema y su repercusión en el análisis fenomenológico de la percepción esbozado en la obra mencionada. Nos serviremos de un valiosísimo artículo del profesor argentino Luis Román Rabanaque de nombre “Cuestiones en torno al nóema”, el cual por su claridad y profundidad, pese a su no muy vasta extensión, expone de manera concisa los principales elementos a considerar en el estudio de la correlación nóesis-nóema desarrollados por Husserl en el primer tomo de Ideas. El fin que buscamos precisamente, es el de clarificar la lectura de esta obra, por lo tanto, no me concentraré en criticar la interpretación hecha por tan respetable profesor, intentaré sin embargo, ser claro y conciso en el curso de esta exposición.   
Sabemos que a partir de 1913, en la edición de su obra Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, Husserl profundiza y extiende sus consideraciones filosóficas, desarrollando y dotando a su fenomenología del método fundamental que le da inicio. En efecto, la epojé fenomenológica abre el campo de estudio fenomenológico, permitiendo señalar el paralelismo primordial entre el mundo y la conciencia de mundo. Al comienzo de esta obra, Husserl parte haciendo una descripción no fenomenológica del mundo, es decir, tal como es considerado en la actitud natural ingenua; como el mundo de nuestra vida cotidiana, el cual sirve de base para la proyección de todos nuestros puntos de vista, valoraciones y tendencias; en el cual se encuentran otras personas, animales, plantas y objetos de toda clase; un mundo, finalmente, articulado por estructuras de sentido en el cual creemos de manera incuestionable. La reducción fenomenológica, como dijimos, permite al fenomenólogo considerar ahora la trascendencia del mundo como constituida en la inmanencia de la conciencia pura, analizando las estructuras esenciales por las que es posible este proceso. En la sección tercera de esta obra, comienza Husserl a deslindar la descripción de los actos llevados a cabo por la conciencia pura.
En efecto, la sección está dedicada a desarrollar lo que Husserl denominó como: el a priori universal de la correlación noético-noemática, vale decir, el paralelismo esencial de toda vivencia intencional. Es preciso distinguir por separado los dos miembros de esta relación. El “Nóema” señala Rabanaque[2], es el nombre que Husserl le da a la objetividad reducida, la cual señalamos, es rotulada de esta manera luego de haber sido practicada la epojé. En ella, Husserl distingue los componentes real-inmanentes (reell) de las vivencias y sus correlatos intencionales. De modo que los componentes reell corresponden a lo que Husserl en la tercera investigación lógica llamó “pedazos y momentos”, es decir, partes independientes y no-independientes de un todo sintético (aquí la vivencia intencional) y que se encuentran en todo acto; y por otro lado, están los momentos noéticos, cuya función se caracteriza por encerrar un sentido. Otros componentes real-inmanentes corresponden a la materia o “datos hyléticos” de la sensación, los cuales exhiben (darstellen) escorsivamente el objeto junto a sus determinaciones (texturas, colores, formas, luminosidad, tamaño, etc.) pero que no son el objeto, es decir, no se identifican con él. Esto es difícil de comprender, pues las determinaciones objetivas mencionadas no están en el sujeto sino en el objeto, y sin embargo Husserl sostiene que ellas pertenecen al escorzo hylético correspondiente a la vivencia; el objeto es percibido pero no vivido. Por otro lado, se encuentran componentes que no son real-inmanentes los cuales comprenden el sentido. El Nóema es el correlato de la “Nóesis”, vale decir, las vivencias dadoras de sentido; las aprehensiones objetivantes, animadoras de los datos hyléticos. De esta manera, se puede concebir una variedad múltiple de actos noéticos (juzgar, recordar, desear, etc.) frente a la identidad sintética del objeto que es mentado en las nóesis. Husserl señala que:
Dondequiera responde a los múltiples datos de los ingredientes, del contenido noético, una multiplicidad de de datos comprobables en una intuición realmente pura e integrantes de un correlativo “contenido noemático”, o más brevemente, de un “nóema” –términos que desde ahora usaremos constantemente.[3]
El mismo Rabanaque señala que esta distinción entre material hylético y forma noética se puede traducir en el esquema bosquejado en las Investigaciones lógicas, a saber, el esquema de aprehensión y contenido de sensación. De manera que el objeto se constituye, trascendentalmente, a través de las operaciones noéticas, sobre la base del material hylético; a éste corresponde un rol funcional constitutivo en la vivencia. No obstante, no es intencional, más bien contrasta con el nóema en la medida que tiene el carácter de ser real-inmanente, y por otro lado, con la nóesis, la cual intencionalmente da forma y anima la hyle. De esta manera se constituye la “nóesis completa” junto a sus correlatos como “nóema completo”. Rabanaque ordena estas ideas del siguiente modo:
1.   La nóesis engloba la totalidad de componentes real-inmanentes, el nóema, la totalidad de componentes irreales, ideales. Los primeros se hayan sujetos a la temporalidad interna; los segundos son independientes del tiempo.
2.   Los  momentos noéticos en sentido amplio son unidades constituyentes, los momentos noemáticos correlativos son unidades constituidas. […] Lo constituido es aquello que permanece, lo que se mantiene en identidad frente a la fugacidad, frente a lo pasajero de las vivencias.[4]
Dada esta distinción fundamental es posible, según Husserl, diferenciar el objeto percibido de la percepción, el objeto recordado del recuerdo, el deseado del deseo, etcétera. 
Por otra parte, y esto es fuente de discusiones entre los especialistas, el nóema está íntimamente articulado con el componente noético; es decir, es poseedor de un núcleo de sentido y de un carácter de ser, en tanto protodoxa o tesis que sostiene la diversidad de vivencias noéticas. Por su parte, el núcleo es el portador del sentido; a este corresponde lo que Husserl denomina como la X vacía junto a sus determinaciones en tanto que es el objeto de la vivencia, y, finalmente, el sentido, entendido en la medida que es llevado a plenitud como correlato de los datos hyléticos. Entre ambos miembros de la correlación hay una articulación necesaria; no hay nóesis sin su nóema y no hay nóema sin su nóesis correspondiente. Más adelante, intentaré mostrar detenidamente estas consideraciones.
Mencionábamos arriba, que la percepción, como todo acto, posee su nóema, vale decir, su sentido perceptivo, o como Husserl denomina “lo percibido en cuanto tal”. Aquí en efecto, entra en juego una nueva distinción, y es la de contrastar la percepción tal como se da en la actitud natural, vale decir, en que el objeto es concebido como algo existente en el espacio-tiempo de manera independiente al sujeto, y la percepción, como una operación o estado psíquico propio de toda persona. Husserl señala que entre ambas hay nexos reales: “El sentido perceptivo es inherente, como se comprende de suyo, también a la percepción no reducida fenomenológicamente (a la percepción en el sentido de la psicología)[5]. El ejemplo clásico de Husserl en Ideas, es el de imaginar la percepción de un “manzano en flor”; la percepción en sentido natural considera este objeto como algo que permanece ahí en el mismo lugar, pese al paso del tiempo, que puede ser recorrido una y otra vez, y que permanece como siendo él mismo si es que no se presenta algo que altere ese estado. Sin embargo, una vez ejecutada la epojé el modo natural de concebir el objeto percibido queda puesto entre paréntesis, y no obstante dice Husserl “todo ha quedado como antes”, la práctica de la epojé ha permitido sin embargo, aprehender el objeto tal como se da inmanentemente en la percepción. Esta “modificación radical”, en efecto, hace posible concebir lo dado en la percepción como una vivencia pura, en cuanto naturaleza eidética. No se puede dejar de ilustrar esto con el muy citado párrafo de Ideas que nos dice:
“En” la percepción reducida (en la vivencia fenomenológicamente pura) encontramos, como imborrablemente inherente a su esencia, lo percibido en cuanto tal, expresable como “cosa material”, “planta”, “árbol”, “en flor”, etc. […] El árbol pura y simplemente, la cosa de la naturaleza, es todo menos esto percibido, el árbol, en cuanto tal, que es inherente como sentido perceptivo a la percepción, y lo es inseparablemente. El árbol pura y simplemente puede arder, descomponerse en sus elementos químicos, etc. Pero el sentido –el sentido de esta percepción, algo necesariamente inherente a su esencia- no puede arder, no tiene elementos químicos, ni fuerzas, ni propiedades reales en sentido estricto.[6]
El carácter de idealidad del nóema, consiste por un lado en que si bien no es un componente real-inmanente de la vivencia, es por otro aquello que permanece idéntico en el tiempo interno de la corriente de vivencias. Se produce aquí una separación entre la realidad determinada por la legalidad natural (el árbol que se quema) y el ámbito del sentido, cuya idealidad no puede ser determinada por leyes naturales. Esto se precisará más, en la medida que se comprenda ahora la noción de núcleo noemático y se vayan destacando otros aspectos fundamentales de la percepción en la descripción noemática del mundo vivido.
Hasta ahora, el análisis noemático que someramente se ha mostrado, se encuentra en el ámbito de la percepción externa. Sin embargo, es importante señalar que estas consideraciones se extienden mutatis mutandis a todas las vivencias intencionales. Es decir, poseen la misma estructura; en ellas se da la correlación noético-noemática, y en lo que respecta al nóema, éste se articula como un sistema de niveles o estratos que envuelven el núcleo central de sentido. De manera que es necesario establecer una distinción entre: los actos simples que derivan de la percepción externa, tales como el recuerdo, la imaginación o la presentificación. En segundo lugar, los diferentes grados de atención que se dan en las vivencias. Tercero, las variadas formas noéticas que se posicionan una sobre otra en una unidad sintética, y por otra parte, los diversos noémata que se sedimentan en torno al núcleo de sentido. Así, estas modalidades noético-noemáticas definen correlativamente, el cómo se da el objeto en la vivencia, vale decir su cualidad de acto. Y en cuarto lugar, esta distinción se relaciona con los actos del lenguaje, el cual hace posible la expresión de las demás vivencias mediante conceptos, pues, todo aquello que es mentado en sentido noemático es susceptible de ser expresado por medio de significaciones noemáticas. Rabanaque señala aquí que, si bien, sentido y significado suelen concebirse como sinónimos, es necesario reservar el segundo para el ámbito de la lógica y del lenguaje, mientras que el sentido posee un carácter más amplio, en la medida que es el núcleo noemático de toda vivencia, sea lingüística o no.
Es preciso ahora, tratar sucintamente la estructura del núcleo noemático y la noción más arriba mencionada como la idea del  sentido en tanto X vacía. Si bien, el nóema es concebido como la unidad ideal sintética que permanece idéntica frente a las fluctuaciones de la nóesis y sus correlatos hyléticos, cabe agregar además que el asunto no se reduce únicamente a este esquema. Hemos señalado en efecto, que el nóema no está constituido solamente por el sentido, sino que en él se encuentran además sedimentadas otras capas que lo envuelven y lo muestran como el núcleo. No obstante, el sentido se puede caracterizar según las dos perspectivas de la correlación; como “contrapolo” de las múltiples vivencias noéticas, vale decir, el cómo es representado el objeto, y por otra parte, como unidad de las multiplicidades noemáticas, es decir, de las maneras de cómo el objeto se muestra. Dentro de la diversidad presente, el sentido permanece invariable, frente a los correlatos que fluctúan en el tiempo. Aquí, Rabanaque articula estas nuevas consideraciones de Husserl con el esquema “materia y cualidad del acto” de las Investigaciones lógicas. En efecto, es notable el puente que traza aquí el profesor argentino, pues ilumina un momento de continuidad entre las Investigaciones y el primer tomo de Ideas, usando como hilo conductor la noción de materia intencional y el objeto. En las investigaciones, Husserl sostenía que en la esencia intencional de toda vivencia se encuentran estos dos elementos, los cuales determinan el conjunto de propiedades o características con que se aprehende el material de sensación; esto se articula con el otro componente esencial de la intencionalidad que es la cualidad. Esta cumple la función de establecer si el sentido es intencionalmente ponente o no-ponente. Materia y cualidad corresponden al correlato esencial de la intencionalidad: […] la cualidad, que caracteriza al acto, por ejemplo, como representación o juicio, y la materia, que le presta la determinada dirección a un objeto, que hace, por ejemplo, que la representación represente esta cosa y no otra.[7] De esta manera entonces, es posible entender, según Rabanaque, que la materia ya no corresponde únicamente a una propiedad subjetiva del acto, sino también a las determinaciones del objeto en cuanto objeto, es decir, en cuanto intencionado. Recordemos que en las investigaciones, la materia es comprendida según dos modalidades; primero como la dirección a objeto, que exhibe el conjunto de notas que hacen del él este objeto y no otro; y segundo, el objeto tal como es intencionado del objeto que es intencionado. Trasportando esto al plano noemático, esta distinción se comprende como el sentido, en tanto conjunto de determinaciones, y la misteriosa “X vacía”, es decir, del objeto en cuanto tal. En consecuencia, todo nóema posee un sentido, sentido que es el medio con que se refiere a su objeto específico.
Y advierte (Husserl) inmediatamente, que la relación contenido-objeto puede entenderse de dos maneras, que conviene distinguir para evitar equívocos, y a las que aludimos más arriba: a) por un lado, indica la referencia de la conciencia (contenido como vivencia intencional) a su objeto (correlato noemático); b) por otro, determina la relación entre los sentidos noemáticos y el objeto en sentido estricto dentro del nóema mismo.[8]
De acuerdo a lo ya plantado, no es únicamente la conciencia la que se refiere a un objeto, sino que también, el nóema está relacionado con el objeto mediante sus contenidos. El objeto por su parte, se concibe como el “portador” de las características noemáticas, vale decir, de lo intencionado “en cuanto tal”. De modo que es posible como hemos señalado, separar los caracteres subjetivos o noéticos de los dos modos en que se comprende el objeto; el objeto tal y como es intencionado y el objeto que es intencionado. El objeto, de acuerdo a esto, es definido por Husserl “en el cómo de sus determinaciones”; no obstante, es patente que la percepción posee un carácter limitado por su unilateralidad, es decir, al observar el árbol en flor citado por Husserl, comprobamos que es imposible que en la vivencia se presenten al mismo tiempo todas sus determinaciones. El carácter esencial de la percepción, en efecto, es que presenta el objeto de manera escorzada, por caras, no visibles todas a la vez. Todas aquellas determinaciones y caras no visibles entran en el campo de las intuiciones vacías, presentificadas, comentadas, o dicho de otro modo, se dirigen a ellas intenciones significativas vacías, carentes de plenitud intuitiva. En consecuencia, el nóema posee un conjunto de características predicables de índole formal o material determinado y no-determinado, los cuales conforman un “horizonte de determinaciones” que permite concebir el objeto no como si sus determinaciones se agotaran en el momento del estar presentes, sino que se plantea aquí la idea de que la percepción posee un carácter teleológico que apunta a concluir con la cadena de determinaciones, aunque se la considere como infinita. Este primer modo de concebir el horizonte de determinaciones es posible comprenderlo como un horizonte interno del objeto; por otra parte, y desde esta idea se comienza a extender el análisis fenomenológico hacia capas más profundas, es posible comprender un horizonte externo, en el cual el objeto no se reduce a sus determinaciones, sino que entra en relación con otros objetos que también lo determinan. La percepción implica que esta no se encuentra parcelada en un solo objeto, sino que éste se encuentra inserto en un campo intuitivo de trasfondo. Esto señala que, si bien el captar un objeto significa el destacarlo de entre otros objetos situados en un fondo, se presupone un horizonte externo de captaciones inactuales que resultan comentadas en diferentes grados de actualidad, como objetos potencialmente actualizables.
Vemos de esta manera que el objeto comprende el punto final de la intención, su telos, y que además, comprende el doble horizonte de determinaciones en tanto presentes como no-presentes. Sumado a esto, podemos ver también que todos los predicados posibles son inseparables de su objeto, en tanto X vacía, pero que sin embargo, no la definen completamente, no la agotan del todo. Esto se extiende como vimos más arriba a la totalidad de actos y no sólo a los actos simples como la percepción. “Por ello, la X vacía constituye el momento último de identidad” de todo correlato noemático, sea simple o fundado (IX, 480).”[9]
Ahora bien, desde estas nociones fundamentales del análisis del nóema y su núcleo de sentido, es necesario indicar ahora dos grandes dimensiones que engloban la correlación nóesis-nóema, estos es, el del carácter tético y las maneras de darse el objeto.
Las vivencias intencionales tienen la característica fundamental de ser portadoras de una creencia, o como Husserl denomina en Ideas: doxa o tesis, cuyo correlato en el “carácter de ser”. En las Investigaciones lógicas Husserl sostiene que los actos objetivantes se caracterizan por su carácter posicional, es decir, que presuponen la existencia de aquello que mientan; en la correlación, esto se traduce en la creencia noética y en el carácter de ser del nóema, ambas se manifiestan como base original de las diversas modificaciones posibles. Esta base se constituye de; la certeza de creencia llamada protodoxa y el carácter de ser puro llamado proto-forma. De manera que hay un nivel de modalidades téticas y correlativamente modalidades de ser.
Por otra parte, de la distinción entre la protodoxa y su diferentes modalidades y las modificaciones noemáticas, se desprenden otro grupo de de modificaciones. En los parágrafos 103 en adelante, de Ideas I, Husserl menciona la afirmación o asentimiento y por otro lado la negación o el rechazo; desde la perspectiva de las nóesis, la negación se caracteriza por alterar el carácter afirmativo de la creencia, y le corresponde la función de tachar con un no las diferentes posiciones tomadas; es decir, vuelve el ser en no-ser, lo posible en imposible, etc. Añadido a esto, se suma la modificación de “neutralización” en el cual las posiciones afirmativas o negativas quedan suspendidas, sin inclinarse por ninguna de ellas. “Husserl señala que se trata de un “dejar indeciso” (Dahingestellen-sein-lassen), cuyo correlato noemático es el “tener como indeciso” (Dastehen-haben), tener como “meramente pensado.”[10] La neutralización es el carácter propio de la suspensión del juicio entramado en la actitud natural, el que se da en una operación noética neutralizante que revela el correlato noemático neutralizado por ella; vale decir, de la concepción de la trascendencia reducida. Nos encaminamos ahora a analizar brevemente, las maneras de darse noemáticas.
En efecto, así como se ha expuesto la estructura de sentido y los caracteres o determinaciones de ser noemáticas, en la cual se presentaron principalmente las expresiones objetivas de esta estructura, debemos adentrarnos concisamente en precisar las características subjetivas que aquí se presentan; en el objeto “en el cómo de sus maneras de darse”, pues estas modalidades de darse del objeto constituyen otro nivel en el análisis del nóema completo.
Las intuiciones pueden darse en la percepción, en el recuerdo, la imaginación, etc. De estas modalidades noéticas se desprende su correlativa modificación noemática, pues determinan grados de plenitud y de modos de presentación del objeto. Así también, se ordenan paralelamente a los modos téticos, y remiten todos a la forma originaria que es la percepción. La percepción en efecto, es fundamental en este momento, pues presenta el objeto de manera corporal “en carne y hueso” (leibhaftigkeit); es decir, con el carácter de plenitud intuitiva. La síntesis que se produce entre el sentido, que a su vez ha sido plenificado por la intuición en carne y hueso constituye el fundamento del carácter de ser.
Por otra parte, las modificaciones en los niveles atencionales determinan también una estructura especial, que a su vez, se combina con todas las otras modalidades de vivencia que hemos mencionado. Aquí juegan un papel elemental las operaciones atencionales del yo puro, en la medida que es él quien recorta e ilumina un objeto específico del fondo objetivo; se da una relación entre un “dirigirse a” y correlativamente, un “apartarse de”, determinando grados de actualidad e inactualidad de los objetos organizados en el trasfondo. Estas modificaciones de la atención, señala Husserl, no alteran el sentido del núcleo noemático, pero sí la vivencia. De aquí se desprende la noción de “núcleo atencional” y el sentido en la modalidad atencional. El rol de la atención es una condición fundamental para diversas nóesis, relacionadas al cumplimiento de diversas actividades, por ejemplo, el resolver problemas prácticos, deliberar una decisión, etc. Por ello, vemos que la atención no se  reduce a los actos fundantes, sino que se extienden también a los actos fundados.
La aprehensión es caracterizada así como una derivación de la captación, de modo análogo a como un recuerdo es una forma derivada de la percepción. Y en virtud de su importancia, Husserl reserva en Ideas I el término “acto” para designar las vivencias intencionales en el modo de la atención actual, esto es, de la conciencia explícita.[11]
Sumado a esto, es patente destacar que los diferentes grados atencionales son fundamentales para comprender un plano atendido y el trasfondo que ya mencionamos; es decir, desde la perspectiva de la nóesis, se corresponde con un objeto que ha sido tematizado de un modo específico y el trasfondo objetivo que se constituye como el horizonte de determinaciones externo; se da aquí un transitar de un estado a otro.
Podemos definir un yo “en vigilia” como un yo que, dentro de la corriente de sus vivencias, practica continuamente la conciencia en la forma específica del cogito; lo que no quiere decir, naturalmente, que dé, ni pueda dar a estas vivencias constantemente, o en general, una expresión predicativa. Hay también en efecto, sujetos-yos animales. Pero a la esencia de la corriente de las vivencias de un yo en vigilia es inherente, según lo arriba dicho, que la cadena de cogitationes que corre sin solución de continuidad esté constantemente rodeada de un medio de inactualidad siempre presto a pasar al modo de la actualidad, como, a la inversa, la actualidad a inactualidad. 
Por último, la atención también se complementa con los modos de orientación del sujeto. Sin embargo, en lo que respecta a Ideas I, el trato que hace Husserl respecto a esta condición es bastante breve. Husserl señala en efecto, que la proximidad del sujeto con el objeto respecto a las formas de intuición, como también las perspectivas que en ellas se dan, determinan modalidades en que el objeto se presenta al sujeto. De manera que correlativamente, se dan también modalidades noemáticas. En lo que respecta a la orientación, Husserl distingue las coordenadas del arriba, abajo, a los lados, cercanía y lejanía con el objeto. Surge una noción que será mayormente desarrollada en Ideas II que es la del “cuerpo propio” que es el eje o polo de orientación; Así, la orientación noética, determinada en este caso por el cuerpo propio, tiene por su parte una correlación noemática propia. Rabanaque concluye aquí que el ser espacial surge en una orientación específica, con lo que queda a la vez constituido un sistema de coordenadas que permite la posibilidad para nuevas orientaciones y su correlativo modo de aparición noemática.
Quedan con esto, expuestas a grandes rasgos las ideas que Husserl desarrolló en el período trascendental de su fenomenología. Fundamentalmente, ha sido considerada la correlación noético-noemática, la cual surge una vez practicada la reducción fenomenológica. Con ello, ha quedado ceñidamente establecida la relación fundamental que en ella hay con la percepción; principalmente, la idea de analizar la percepción y su objeto tal como se dan inmanentemente, sin los presupuestos peculiares de la actitud natural, para que de este modo, se pueda clarificar la íntima relación que hay entre el mundo y la conciencia de mundo. Concluimos con una cita de Roberto Walton:
Así, la actitud natural da por supuesto un mundo que sólo se puede tener y al que sólo se puede acceder por las operaciones de la subjetividad, es decir, encubre con un presupuesto ontológico la correlación entre el mundo y la conciencia de mundo. No advierte que todo objeto debe tener su manifestación y legitimación en la experiencia de la conciencia, y que, al margen de la correlación, no es posible una afirmación racional sobre objetos. […] Y como todos los sentidos, estos han debido tener también su génesis y por ende remiten al campo de la experiencia trascendental como ámbito de su origen, es decir, quedan referidos a la subjetividad o a la intersubjetividad trascendental que los ha constituido en el marco de una historia de los sentidos.[12]                 

 


  

         
                                                      
 
     

  





[1] Según la expresión de Luis Román Rabanaque.
[2] Rabanaque, L.R. Cuestiones en torno al nóema en: La fenomenología. Sus orígenes, desarrollo y situación actual. Buenos Aires: Universidad Católica Argentina, 2009, p. 40
[3] Husserl, E. Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. Trad. José Gaos. Madrid: FCE, 1993, §88, p. 213
[4] Rabanaque, L.R. Cuestiones en torno al nóema. Op., cit., p. 41
[5] Husserl, E. Ideas I, §89, p.216
[6] Ibíd., p.216
[7] Husserl, E. Investigaciones lógicas. Tomo II. Trad. Manuel G. Morente y José Gaos. Madrid: Alianza, 1997, P. 522
[8] Rabanaque, L.R. Cuestiones en torno al nóema., p, 45
[9] Citado por Rabanaque, op, cit., p. 48
[10] Ibíd., p, 50
[11] Rabanaque, L.R., op, cit., p, 55
[12] Walton, R. Husserl: Mundo, conciencia y temporalidad. Buenos Aires: Almagesto, 1993, p. 18

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